Represión: a cuatro años del disciplinamiento armado del borda

No hay nada obvio. Los sucesos no ocurren aislados, ni son pura contingencia: siempre un encuentro entre fuerzas los producen, así como a las cosas, así como a la historia. Se lee por allí –como cita o como comentario- que la represión que se lleva a cabo en un Neuropsiquiátrico adelanta el reloj de las represiones futuras. Como una premonición, como un signo, como un augurio de intranquilidad.

La policía Metropolitana, el brazo armado a cargo de la gestión del gobierno de la Ciudad, irrumpió en el manicomio un 26 de abril del 2013 y entró a reprimir. Dale que dale. Sin distinción. En su accionar, no distinguen entre pacientes, médicos, enfermeros, periodistas, hombres, mujeres, sujetos de derecho, peatones, espectadores, normales, anormales, etc. ¿Les importa, acaso? “La represión igualó”[1]. Todos son susceptibles de sufrir las balas de la policía y de interponerse frente al peso de la Ley. Son todos malos. Igualdad y Represión.

Hay una disputa por los terrenos del Hospital. Un negociado inmobiliario. Un proyecto para revalorizar –con supuestas buenas intención es la dejadez de una zona, de un barrio porteño. Un Centro Cívico, antes, un Polo de Neurociencias, ahora. “Son tierras del Estado” –dijo el gobernador. Los negociados son sospechosos; los intereses son sospechosos; los actores son sospechosos…Gobierno de la Ciudad, Gobierno de la Nación; la democracia es sospechosa. Las políticas en Salud Mental, por otro lado, no engañan: siempre recursos insuficientes para las medidas legisladas, siempre déficit en dispositivos alternativos de internación, siempre distancias abismales en su aplicación, siempre todo a pulmón. ¿Habrá sido la represión un signo subido de tono de lo que ya representaba y representa hoy a nivel político la Salud Mental? Como dijimos anteriormente, no existen hechos aislados; si el disciplinamiento armado de la policía ocurrió, es porque ya estaba ocurriendo un empobrecimiento continuado en las políticas de Salud Mental, no tan visible como un policía disparando, claro, pero sí de una violencia con iguales o peores efectos en los cuerpos implicados por el sistema de Salud. Algo no tan visible como una represión sigue ocurriendo en otro nivel, no así con menos violencia. Encierro de la locura y patologización de la pobreza. Locos, pobres y peligrosos. Coctel perfecto para justificar los embates represivos y promover más medidas de “seguridad” ciudadana.

En la inmediatez del terror es todo nebuloso o revelador. Tiros, gritos, atropellos, ataques, defensas, humo… Un modo de filosofar afirma que los Grandes Acontecimientos no ocurren donde se dice que están ocurriendo, donde la opinión pública centra su atención, donde claramente –y con razón- todos nos indignamos, o donde los medios de comunicación se disputan opinión. Se dice, por otro lado, que ser revolucionario es “querer que el acontecimiento ocurra”[2]. Hay una cuestión que no deja de pujar y hacer pregunta. ¿Es defendible el Borda como patrimonio de la Salud Mental? ¿Se trata solamente de defenderse de la represión y acusar al gobierno de la ciudad que de cuentas ante la Justicia de su atentado, sin cuestionar la continuidad represiva que implica la existencia de los manicomios?, ¿sin conmover lo que concebimos por Salud Mental, quedándonos así encerrados en la maquinaria judicial de culpable-inocente, maquinaria que llega siempre tarde, que también es cómplice y que no da los resultados que esperábamos? “¿Cómo decir que “represión” es que existan los manicomios, que “acá adentro” no hay nada que defender, sin hacerle el juego a la derecha?” ¿Hasta qué punto queremos y podemos vivir sin ellos? ¿Cómo hacer para que el enunciado “no a los manicomios” sea una práctica concreta y subversiva de desmanicomialización y no un slogan que apacigüe nuestras inquietudes y del cual sólo gozar por la tranquilidad de pertenecer?

Notas

[1] “Manifiesto Basura. Estallidos de un discurso
desmanicomializador.” Frente de Artistas del
Borda. Hektch Libros. Argentina. 2016

[2] Cita de Gilles Deleuze.

Aqueronte


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