La Patria es la Mercancía

La Patria y sus sucesivas crisis son fetiches a los que sacrificamos nuestras vidas y las de toda la biosfera. Es justamente en los momentos de “crisis” cuando más evidente se muestra el fetiche. La producción de bienes de uso nunca está en crisis. La Tierra y nuestros conocimientos nos ofrecen todo lo que necesitamos para reproducirnos como especie. La propiedad privada nos priva de todo.

Es la producción de valor de cambio lo que está en crisis. Lo que “no funciona” no es la naturaleza ni nuestra capacidad y conocimientos para vivir, sino el ciclo de valorización del Capital por medio del trabajo humano. El alimento no falta, al contrario, abunda (aunque de pésima calidad y venenoso), sin embargo la gente muere de hambre. Las casas no faltan, al contrario, abundan, sin embargo, la gente muere en la calle.

La razón radica en que la fruta que nos venden en la verdulería no fue pensada para alimentar (valor de uso), sino para ser intercambiada (valor de cambio). Dicha fruta no es ya un alimento, sino que es una mercancía, es decir, algo que se produce para ser intercambiado y generar una ganancia. El movimiento celular del capital: dinero – trabajo/mercancía – dinero.

Es dicho movimiento celular el que ha ido aboliendo su fuente de generación de riqueza: el trabajo humano. El desarrollo técnico resultado de la incesante competencia que busca reducir los costos de producción ha relegado casi todo el trabajo humano a las máquinas y la informática. Aunque ya no hay necesidad de trabajar, no se nos permite vivir si no trabajamos. Mientras el capitalismo mismo ha abolido la necesidad de trabajar, todas las fuerzas políticas de izquierda a derecha, continúan en vano luchando por “trabajo digno”.

En su fase actual, el principal problema social se ha movido de la explotación a la expulsión. Masas y masas humanas cuya fuerza de trabajo no es necesario absorber. Lxs “trabajadores de la economía popular” son la prueba más clara de la actual realidad. Cada vez más, una parte cada vez más grande de la humanidad está siendo expulsada del proceso de producción social. Cada vez más, el Estado nacional se reduce a la gestión represiva de la pobreza.

Dentro del patriarcado productor de mercancías, solamente el trabajo que genera plusvalía/ganancia es considerado “trabajo productivo”. El resto de los trabajos se limitan a apoyar, reforzar y mantenerlo pero no generan plusvalía propia no alimentando al sistema. Históricamente, la mayoría de los “trabajos no productivos”, como el trabajo doméstico o el cuidado de niñes y ancianes, han sido adjudicados a las mujeres. A pesar de su intento de inclusión dentro de la lógica de acumulación, su propia esencia empuja a no poder asimilarlos totalmente.

La utilidad de los “trabajos productivos” concretos y sus consecuencias son secundarias. La realidad concreta es completamente ignorada en favor del fetiche económico de los números en la pantalla. No importa si extraer petróleo o quemar bosques nativos para feedlot destruye el medio ambiente. Mientras por medio del trabajo humano se continúe completando el proceso de valorización que genera más dinero del que fue invertido, se continuará haciéndolo.

La crisis es la metamorfosis de la mercancía. La debacle social no es más que la mutación del monstruo. Es su propia lógica interna la que se va repitiendo hacia el infinito, sacrificando lo concreto a lo abstracto, de formas cada vez más profundas, lo que genera las sucesivas explosiones que hemos naturalizado. El cambio climático evidencia que las explosiones empeoran cada vez más las condiciones generales de vida en el planeta. Nunca antes una civilización había llegado a poner la biósfera entera en peligro de extinción.

¿Cómo pensar y practicar formas de vivir que no reproduzcan la lógica patriarcal del valor? En primer lugar entender que el Estado/Capital es una relación social destructiva romantizada por medio de las patrias y sus nacionalismos. ¿Cómo dejar de vivir como esa lógica relacional ordena? “El valor entra en escena como sujeto”, ordenando la vida de toda la humanidad a su involuntaria voluntad. Macri, Cristina, Del Caño, Espert, Milei, Bullrich son distintas personificaciones de dicho sujeto que siempre nos empujará hacia el precipicio mercantil que sacrifica la vida.

La izquierda y la derecha son simplemente distintas lógicas de gestionar la plusvalía general producida por determinado territorio nacional. Los distintos partidos políticos se limitan a publicitar y defender sus distintas “políticas económicas”, cuando en realidad de lo que se trata es de realizar una crítica de la “economía política”.

En lugar de preguntarnos cómo podemos administrar mejor las categorías capitalistas: trabajo, Capital, Estado, dinero, precios, impuestos, leyes, plusvalía, naturalizando el capitalismo, preguntarnos por qué alienamos nuestras vidas a dichas categorías. La primera es una pregunta meramente cuantitativa. La segunda, profundamente cualitativa y por ende, revolucionaria-existencial.

El juego no consiste en rechazar o aceptar a tal o cual personificación del Estado/Capital (sea mujer, indígena, trabajador, afroamericano, líder sindical, burgués, liberal, demócrata, fascista), sino en rechazar el principio de gobierno patriarcal de todos los Estados del Capital que nunca fue otra cosa que la apropiación de la tierra y de los cuerpos que la habitan. Nunca fue otra cosa que la guerra a la comunidad y lo salvaje.


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