Como tantas otras veces

Por muy actual y poderoso que sea en muchos países, el viejo fascismo ya no es el problema de nuestro tiempo. Se está instalando un neofascismo en comparación con el cual el antiguo quedará reducido a una forma folklórica […]. En lugar de ser una política y una economía de guerra, el neofascismo es una alianza mundial para la seguridad, para la administración de una paz no menos terrible, con una organización coordinada de todos los pequeños miedos, de todas las pequeñas angustias que hacen de nosotros unos microfascistas encargados de sofocar el menor gesto, la menor cosa o la menor palabra discordante en nuestras calles, en nuestros barrios y hasta en nuestros cines

Gilles Deleuze

La máquina nos quiere escasos, nos necesita escasos: de creatividad, de escuchas, de imaginación, de potencias, de otras maneras de habitar el presente. La máquina no se sustenta y fortalece solo por los ajustes sobre la vida, sino también que se nutre de todos nuestros miedos, de nuestras divisiones, peleas, de nuestros sentidos comunes, de nuestras casi eternas naturalizaciones. 

La máquina expande sus imágenes muertas prefabricadas, dispone de un abanico de lenguas políticas pulcras pero contaminadas, empuja a la veloz reproducción de lo que ya se ha dicho, de lo que ya se ha oído: juzguemos, anulemos potencias, seamos espectadores, seamos cuerpos inmóviles en la supervivencia jerarquizada. 

Todo en nombre de la libertad

El pasado 12 de junio en las inmediaciones del Congreso, los eternos guardianes de la miseria, profesionales de la política, nos volvieron a convocar al ritual de falsa oposición. Falsedad que se hará verdad cuando lleguen nuevamente al poder: triste fábula sin moralejas, deprimente cuento sin enseñanzas.    

La aprobación de la Ley Bases llevada adelante por el gobierno de La Libertad Avanza, en complicidad con el resto de las fuerzas políticas que otorgaron el quórum, resulta una reforma importante para el capitalismo argentino. La misma busca lanzar una nueva etapa de acumulación capitalista adaptada a la modernidad líquida, inestable y flexible del capitalismo automatizado y algorítmico.

La reforma laboral afecta directamente las relaciones de clase de este no tan nuevo escenario. Si bien la flexibilización, la tercerización, el trabajador independiente-monotributista y el desempleo no son novedad, sino que vienen creciendo hace décadas, esta reforma los blanquea y reconoce como programa económico de gobierno. 

Con el fin de reactivar el proceso de valorización capitalista, la Ley Bases establece duras reformas al trabajo y sus condiciones, poniendo sobre la mesa por escrito lo que viene sucediendo hace rato: la transformación de la forma valor-trabajo por medio de la tecnología. Esta actualización resultará un duro golpe al conjunto de la clase trabajadora del territorio dominado por el Estado argentino.

Nos parece fundamental recordar que todo esto no es nuevo ni comienza recién ahora, sino que es el resultado de un largo proceso acumulativo de las últimas décadas. Caída del poder adquisitivo, inflación, disminución del trabajo formal y crecimiento de la informalidad, pérdida de derechos laborales, desempleo, planes sociales, automatización y tecnologización del trabajo, contaminación y saqueo, endeudamiento, aumento de la represión y punitivismo. 

Este gobierno no comenzó la devastación, solamente es un paso más en la profundización de la misma. La principal diferencia radica en que su retórica no oculta nada, vienen a hacer lo que dicen que van a hacer: ajustar, despedir, contaminar y reprimir. Todo en nombre de la libertad.

Oxigenar la política

Ya en mayo, para el debate de la Ley Bases en Diputados, se había convocado a la repetitiva escenificación de juntarse a hacer nada en lugares céntricos fácilmente reprimibles. Dicha jornada había transcurrido como se esperaba: pasividad, frustración, aburrimiento y derrotismo. 

Ahora en junio, cuando todo parecía transcurrir como siempre, caminando encolumnadxs tras los “cuadros” dirigentes, agitando banderitas argentinas, entonando el himno nacional, cantando que la patria no se vende, en fin, procurando mantener las formas para no incomodar demasiado, se hicieron presentes cuerpos que no quisieron sostener –aunque sea por un instante– la sospechosa paz que allí se respiraba. 

Cuerpos incontrolables que descargaron su rabia contra los matones estatales y estructuras varias. Desafortunadamente, como tantas otras veces, no solo la policía intentó detenerlxs, sino también algunxs manifestantes, evidenciando la lamentable y deprimente realidad de la izquierda, el progresismo y los sindicatos alineados a estos. La política es triste, pero la militancia partidista es deprimente. 

Ahora, unos días después, como tantas otras veces, la policía de los “buenos ciudadanos” progresistas y de izquierda vuelven a tener la participación estelar. Eternos veladores de la mentira democrática vuelven a reflotar la carta de los “infiltrados” para criminalizar la protesta y todo tipo de movilización que no se ajuste a sus moldes estereotipados y espectaculares.

Anular la posibilidad de respuesta beneficia al orden existente. Imposibilitar la capacidad de acción resulta funcional al Estado-Capital y sus extensiones. Juzgar a los cuerpos que van más allá de la forma «correcta» y «esperable» de manifestarse entumece la vida. 

Partidos políticos: ya están derrotados. No porque no logren alcanzar la victoria política, sino porque sus formas siempre fueron y serán deprimentes y guionadas. Guiones que entumecen cuerpos, anulan movimientos y debates, desvitalizan posibilidades, asesinan la imaginación, imposibilitan la creación. Jerarquía, representación, militancia, obligación, sacrificio, mandatos, derechos. Edulcorar el Congreso, oxigenar la política, maquillar el colapso: sus formas muertas allanaron el camino para este presente.

Más allá de que históricamente existe en las manifestaciones, concentraciones y marchas la inteligencia de las fuerzas represoras, acá vemos nuevamente otro capítulo más de ciudadanismo policial. Otro capítulo más de militancia policial. Otro capítulo más de periodismo policial. Otro capítulo más de tener la necesidad de ver infiltrados donde solo hay cuerpos demostrando descontento. Donde solo hay cuerpos intentando correr el límite de lo permitido y la obediencia. ¿De qué maneras rebelarnos? ¿Qué potencias cultivar, que escuchas oír, para abandonar las extensiones del Estado-Capital y sus lógicas cuantitativas, estereotipadas y muertas?

Enemigos de toda autonomía, completamente subsumidos a la lógica mercantil de la democracia capitalista, los partidos políticos y los sindicatos, lo sepan o no, son los recuperadores históricos del Estado-Capital. ¿Por qué seguimos esperando otra cosa de lo que son: aspirantes a amos, gobernantes, políticos, gerentes, cuadros, jefes, policías de lo políticamente correcto?

Creemos que la pregunta no es violencia sí o violencia no. Esta sociedad de la jerarquía y el dinero es la violencia estructural y sistémica. Todos los días de nuestras vidas, con sus grados y particularidades específicas, somos violentadxs por la máquina. La pregunta resulta, entonces, ¿qué vamos a hacer con eso?

Continuidades

Cuando la ideología democrática no resulta suficiente para anestesiar a la población, se recurrirá a la policía, la gendarmería, las leyes, las cárceles y las armas para hacernos entrar en razón. Por la razón o por la fuerza. Por la fuerza-razón civilizatoria. En última instancia, más allá de las mentiras que se diga a sí mismo, todo Poder se sostiene sobre el monopolio de la violencia, de lo contrario no sería un Estado. 

La situación de la población privada de su libertad en los penales del territorio dominado por el Estado argentino, por ejemplo, son una evidencia de ello. Relevamientos estadísticos de la Comisión por la Memoria en 2023 demuestran que de un total de 55.000 personas privadas de su libertad, el 48 %, es decir, 27.104 se encuentran en “prisión preventiva”.1

En el lenguaje del Derecho, esta carátula legal le permite al Estado encarcelar personas sin juicio, condena ni sentencia de por medio. Es decir que a pesar de no haber sido demostrada su culpabilidad se los encarcela. La justificación es el peligro de que la persona acusada entorpezca la recolección de pruebas o se fugue sin cumplir la posible condena.

Quienes intentamos dejar de hablar en los términos de los amos, le llamamos, lisa y llanamente, secuestro. Lo que pareciera ser una práctica dictatorial que se salta todas las leyes del “Estado de derecho” se nos revela así como una práctica cotidiana de la democracia. Lxs manifestantes del 12 de junio, detenidxs al voleo para aleccionar a la población, fueron víctimas de este proceder mafioso. Aquí tenemos una oportunidad para enlazar el ajuste y el avance represivo con la realidad que se vive en los penales argentinos, evidenciando la totalidad del entramado opresor.

Todos los gobiernos se encargan de profundizar y continuar esta realidad represiva que vivimos. Recordemos que en agosto del 2020, Axel Kicillof, gobernador de la provincia de Buenos Aires, presentó el “Plan centinela”. El mismo destinaría 10 y 12 mil millones de pesos para el reclutamiento de 10.000 nuevos efectivos policiales, compra de 2000 patrulleros, refacciones y ampliación de unas 200 a 300 comisarías, construcción de cárceles y adquisición de todo tipo de insumos y pertrechos, desde armas a cámaras de vigilancia. Y todo ello, además, con el aporte de otros 3000 efectivos de fuerzas federales desplegados en las mismas zonas.2

A su vez, recordamos que la Ley antiterrorista fue sancionada durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner en el 2007. Mencionar también que, al día de hoy, existen 417 leyes vigentes que fueron pensadas, escritas y aprobadas durante la última dictadura militar argentina. Es fundamental no realizar recortes históricos en base a gobiernos de “derecha” o “izquierda”, ni entre “democracia” y “dictadura”, sino observar la evolución y continuidades y formas de gobierno que va adoptando la forma social-mercancía.

La violencia del cotidiano patriarcal-capitalista es histórica. Generación tras generación nos han enseñado a aceptar la mutilación del cuerpo. A quienes no les pudieron enseñar, les asesinaron. No existe nada más violento que la internalización de la violencia, no existe nada más antinatural que no rebelarse frente a la opresión. Todo lo que vive quiere vivir y se defiende para lograrlo.

Ahora bien, defenderse no quiere decir aplicar una violencia equivalente e indiferenciada. Aquí entramos en un terreno delicado sobre el cual es necesario reflexionar, reflexión que no agotaremos en este texto: no nos regocijamos en la violencia, no nos gusta y, de hecho, buscamos el fin de la violencia estructural. Sin embargo, como han dicho lxs compañeres del periódico Anarquista, la protesta no es un derecho, sino una necesidad. 

Esta diferenciación visibiliza que todo derecho otorgado ratifica el poder de quien tiene la capacidad de concederlo, y por otro lado, donde hay derechos existen obligaciones para acceder a los mismos. Quien no los cumple, no accede a sus derechos. En el capitalismo, solamente son sujetos plenos de derechos las personas que generan valor. Si el día de mañana protestar dejara de ser un derecho, ¿dejaríamos de protestar?

Percibimos que la ética sensible que buscamos para construir un nuevo mundo no es ni legal ni ilegal, sino que va más allá de la ley, es alegal. No dejaremos de publicar periódicos porque esto sea legal, así como no dejaremos de protestar si se convierte en ilegal. Serán las necesidades y particulares de la coyuntura las que dicten el camino a seguir.

Adoquines y ternuras

Creemos necesario no romantizar la violencia ni los actos ilegales. Observamos una tendencia a idealizar los enfrentamientos con las fuerzas del orden, y si bien, en tanto que existen resulta imposible no chocar con las mismas, creemos que cuanto más grande sea la profundidad de la revuelta y la transformación social, menos necesaria será la violencia.

Entendiendo que el Estado es la organización de la pasividad, afirmamos que cuanto más generalizado, amplio y profundo sea el proyecto de transformación, más evidente se volverá el hecho de que somos lxs mismxs explotadxs quienes sostenemos y hacemos funcionar la máquina. El poder –como verbo– no está en el Congreso, sino en el territorio, en cada casa, barrio, ciudad y provincia. Ningún poder –como sustantivo– se sostiene sin la servidumbre voluntaria de quien lo padece.

El enfrentamiento directo con las fuerzas represivas, la destrucción de las mercancías de los amos y el sabotaje son tan necesarios como los cuidados de nuestras niñeces, de nuestros espacios, de nuestros vínculos, de nuestros cuerpos. Quienes digan que las tareas de cuidado son menos importantes o secundarias aún no han abandonado la perspectiva burguesa de transformación. La revolución es la reorganización de las tareas de cuidado.

En un mundo que hace de los cuidados una actividad infravalorada, insistimos en que son el amor, la ternura, la solidaridad y el apoyo mutuo los puentes que van a ser capaces de ir más allá de la separación mercantil que hemos internalizado y que aún hoy nos impide construir. ¿Cuál es el piso común que erigimos para cultivar una solidaridad fraterna, descentralizada y respetuosa de todas las diferencias? ¿Cuál es el caminar necesario para lograr atravesar el horror sin reproducirlo?

Las divisiones son nuestra mayor debilidad y la mayor fortaleza del Estado-Capital. Estamos divididos en partidos políticos, ramas laborales, ideologías, géneros, espacios enemistados, compañeres peleados por diferencias ideológicas o manejos descuidados que nos lastiman, prejuicios, heridas y traumas personales que nos impiden la construcción de comunidad: «Todxs quieren cambiar el mundo pero nadie quiere cambiarse a sí mismx». Tenemos una tarea: asumirnos rotxs y aceptar el desafío de soltar lo que nos destruye, lastima y entristece. Aprender a construir desde la sinceridad, el respeto y los cuidados. Nada es más importante que eso.

Cuanto más fuertes estemos internamente, más fuertes podremos salir a las calles. Y lo importante es hacerlo de forma inteligente, teniendo en mente que regalarse implica comprometer a las redes vinculares ya construidas. Por otro lado, ¿quiénes sostendrán a las personas detenidas y sus familias cuando pega la represión? Sabemos que esas situaciones demandan mucha energía y recursos. ¿Cómo sostenerlas sin una construcción detrás?

¿Cuál es la perspectiva que nos va a permitir destruirnos en tanto que sujetos del Capital, a su vez que construimos infraestructuras (espacios, periódicos, revistas, fanzines, radios, escuelas, bibliotecas, casas, todo) autónomas de las instituciones? ¿Cómo sostener, profundizar y amplificar espacios/momentos que resignifiquen el tiempo arrebatado por el Estado-Capital? Los estallidos sociales, por más legítimos que sean, si no tienen una perspectiva clara detrás, acaban siendo recuperados por el capitalismo. La insurrección popular del 2001 y el estallido social en Chile son claros ejemplos recientes.

Lo sentimos mucho por quienes en el accionar de lxs descontroladxs solamente ven “destrozos”. Esas miradas no ven, solo fijan el ojo en la superficie muerta de las cosas. Una evidencia más de la actual fase de internalización y homogeneización del dominio mercantil contemporáneo.

Nosotrxs, en cambio, vemos en los destrozos una crítica del fetichismo de la mercancía en el que agoniza la sociedad. La inversión de la realidad lleva a las personas a escandalizarse por la destrucción de los objetos a cuya producción se sacrifica diariamente la vida de millones de personas, así como también la destrucción de la naturaleza de la que somos parte. 

Crítica también de la política en tanto que esfera separada de las personas y colectivos que habitan el territorio. Crítica práctica tanto hacia los congresistas que legalizan el saqueo y el ajuste mediante el ritual parlamentario, así como también crítica de los partidos políticos y sindicatos que anteponen sus intereses políticos de organización a los intereses de la clase explotada. 

No tenemos certezas ni programas. Desconfiamos de quienes los tengan. Tenemos dudas, contradicciones y sospechas. Y aunque estamos rotxs en un mundo roto, seguimos escuchando las huellas que nuestrxs hermanxs nos dejaron. Seguimos en ese caminar sereno pero firme. Seguimos con la frágil y fuerte convicción de cultivar en nuestras vidas coherencias amorosas que construyan comunidad, nieguen lo existente y amplíen lo posible.   

Permaneceremos serenos y pacientes, sin ruido, saboreando la revuelta.

Notas

1 https://www.comisionporlamemoria.org/datosabiertos/carceles/poblacion-detenida/historica/ y https://www.notimerica.com/politica/noticia-carcel-condena-abuso-prision-preventiva-argentina-20180721012931.html

2 https://www.correpi.org/2020/plan-centinela-inseguridad-asegurada/


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