5 años y 8 meses: la maquinaria estatal no pudo impedir que te encontremos.
15 años: ni jueces ni fiscales ni gobiernos constitucionales ni la “primavera de los derechos humanos”, resistencia como motor de lucha que abraza y camina junto a familiares y amigxs.
16 años: negarse a robar para la policía como acción que se convierte en un grito urgente, gobierne quien gobierne.
“En este barrio sucedió la desaparición forzada de Luciano Arruga”, reza uno de los carteles que se clavan en los postes de Lomas del Mirador. 15 años en que la urgencia de un grito sigue erosionando el óxido estatal: “la justicia delegó la investigación a la policía que denunciamos”. Un juego a conveniencia del Estado que no tiene nada de lúdico. Ya lo hemos escuchado: “no es fácil desaparecer a una persona. El Estado lo hace. Y para que pueda hacerlo es necesario que se ponga en marcha la máquina”.