¿Y si el remedio es peor que la enfermedad?

¿Y si el miedo al fascismo en el gobierno no nos deja ver la interna peronista en el ojo ajeno? ¿No nos deja ver la mierda acumulada de amiguismos, favoritismo, panquequismos y vaivenes que ya sabemos, que ya conocemos, que ya vivimos?

Entre corazones negros odiamos al fascismo. De cerca y por estos pagos, ya lo vimos y vivimos muchas veces antes de ahora. Son los que después de una movilización en el obelisco negando el COVID, llegaron junto con policías de civil y atacaron el acampe de familiares de detenidxs frente a Tribunales. Son los que llevaron adelante desde 2013 una serie de ataques en Mar del Plata, los que nos atacaron desde la catedral en el Encuentro Plurinacional del 2015. No nacieron con el intento de magnicidio…

Esto no se trata de uno o dos nombres propios, no se trata de Villarruel o Milei. Se trata de lograr, alguna vez, discutir a fondo la concentración de poderes y capitales que funciona en cada partido, en cada institución, en cada agrupación, en cada periódico, en cada barrio, en cada escuela, en cada casa. Estamos tejidas de esa piel. El capitalismo nos viene constituyendo así. En lo íntimo esta maquinaria que regula nuestra economía libidinal funciona expulsando y excluyendo diferencias, las que sea, donde sea que aparezcan. Funciona activando no solo ataques sino morales que juzgan, creyéndose mejores que otras. Funciona operando en aislamientos, ensimismamientos, guethos y endogamias. Funciona haciéndonos creer que podemos interpretarlo todo, sin sospechas, sin fisuras, sin dudas, saberes plenos que obturan la posibilidad de temblar, de equivocarse, de dudar, de fragilizarse.

Nos abruma tanta militancia del pronunciamiento, del imperativo, «votás o sos cómplice del fascismo»… Como si el peronismo y Massa no fueran cómplices de tantas cosas. Son capaces de decir «Hay que ver a la cordillera como una torta», o de proponer «Extractivismo responsable». Hasta se está apoyando al genocidio en curso en Palestina.

Como tantas otras veces, un binarismo que se usa, cala y se necesita para reforzar la democracia que nos lleva al colapso en muchos niveles. Ya sabemos de los fracasos de la socialdemocracia, los partidos y coso… que la hiperinflación, la suba del dólar, la privatización, la extranjerización de «los recursos», las expresiones mediante el uso sistemático del odio, infundir miedo, la defensa acérrima a los milicos, incluso a los que cumplen condenas por delitos de lesa humanidad. Arrastrar todo hacia el centro de la economía construyendo discursos imposibles en la práctica si no se aplican mediante la extensión expulsiva del «sistema productivo» a miles de personas además de las que ya se encuentran fuera. Con casi 60 % de personas de menos de 18 años pobres, no puede no terminar reflejándose en el mediano/corto plazo en una sociedad más desintegrada, fraccionada, con un crecimiento de los sectores destinados a la marginalidad forzada.

Imposible bajarse de esta locura (¿o mejor dicho de la realidad?), a pesar de lo mágicas que pretendan ser las soluciones que plantean los políticos, así sean «a 35 años», como expresa Milei, para que nos sometamos a la espera y veamos si se sale «de esta» con un poco más de bienestar personal, salvándonos quienes podamos.

Nos ponen contra las cuerdas para perder sensibilidades y no poder percibir que lo que ofrecen es devastación, de diferentes maneras, pero devastación. Hace un tiempo un estadio del kirchnerismo coreaba «todos los traidores se van con Massa». La tortilla sigue cayendo del mismo lado, o peor aún, los pobres no comen ni pan y los ricos nunca comen mierda.

Somos una de las sociedades con más policías per cápita, lo que en la práctica se define como que, en promedio, en casi todas las familias hay, al menos, un cana; o todxs tenemos un contacto / «amigx» / vecinx rati agregando que cada vez es más fácil caer en el discurso vigilante.

No resulta llamativo estar donde estamos dada la obligatoriedad a tener que elegir algo; que aparezca alguien que, dentro de esa obligación, se presente como una oferta «distinta» a lo convencional; que esa distinción se dé en el marco de un hartazgo generalizado con la falta de perspectivas.

Qué difícil las alianzas entre diferencias… Qué difícil la posibilidad de escuchar o de decir aquello que incomoda… Qué difícil acompasar con algo que no nos gusta.. Qué difícil bajarse del explicar, del interpretar, del saber pleno, sin rajaduras… Qué difícil vivir cuando gobierna el miedo o la minimización del riesgo o el fanatismo o la idealización de personajes o la condena serial o…

Un gatx maullaba hace un rato: no hay un solo encare a las situaciones, votemos o no votemos, cada quien las surfea como siente.

El mundo, tal como lo conocíamos se viene derrumbando, uses las narrativas que uses para pensarlo, si querés, hasta los planetas lo afirman con la entrada de Plutón en Acuario y otra conjunción Júpiter-Urano y varias cosas más en 2024.

El mundo, tal como lo conocemos, se está derrumbando, de nuestras elecciones íntimas depende con quiénes nos juntamos, de quiénes nos enamoramos, con quiénes rosqueamos, con quiénes hacemos música, entre quiénes escribimos, conversamos y vivimos.

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